El capitalismo, como dueño del aparato del estado, emplea todos los recursos públicos y privados para configurar un pensamiento único y uniforme, que garantice y no ponga en entredicho el sistema que tantos beneficios les genera.
Las leyes, los jueces, las fuerzas de seguridad, los medios de comunicación, la educación, etc. nos bombardean continuamente con lo que es o no correcto y la forma en la que debemos pensar y actuar. La escuela, el instituto, la universidad, la tv, el cine infantil especialmente pero también el adulto… todo sigue un mismo patrón salvo alguna excepción que conscientemente permiten aparentando una pequeña de muestra democrática, eso si, sin demasiados excesos.
Por ello, ser feminista, marxista, comunista, solidario… en definitiva, proponer cualquier alternativa a este régimen dominante y responsables de las mayores atrocidades ocurridas en la historia de la humanidad, se convierte en una batalla diaria, una lucha sin cuartel con uno mismo y los prejuicios que el sistema nos sella a fuego desde pequeños.
El intento de mantener una linea filosófica, de pensamiento y de actuación, se convierte en un acto heroico diario, con multitud de contradicciones que chocan con frases, que como papagayos del sistema te machacan una y otra vez, desde tu propio compañero a la tv, de la radio a las redes sociales,… Pufff.
Para ganar esta primera batalla diaria, por el simple saneamiento de nuestro cerebro, las trabajadoras y trabajadores contamos con dos armas que unidas son las únicas capaces de darle una coherencia a nuestra existencia y a la lucha contra el capital; la formación política y la organización.
Sin organización y formación política todo se distorsiona, se justifica o se cede. Por eso es fundamental crear organizaciones democráticas, independientes del sistema (el capital) compuestas por mujeres y hombres libres y formadas políticamente.
MIENTRAS EXISTA EL YUGO DEL CAPITALISMO, LA LUCHA CONTINUA, LA LUCHA ES NECESARIA E INEVITABLE